«Hasta que las mujeres y las niñas, que constituyen la mitad de la humanidad, vivan sin miedo, sin violencia y sin inseguridad diaria, no podremos afirmar realmente que vivimos en un mundo justo y equitativo.» — António Guterrez, Secretario General de la ONU

El pasado domingo 25 de noviembre se conmemoró el Día Internacional de la Violencia contra la Mujer. Día que nació en 1960 después de que las hermanas Mirabal apaleadas dieron su vida por su convicción de transformar el papel político de la mujer ante la dictadura de Trujillo, en República Dominicana, (1930-1961). Este día, las hermanas Patria, Minerva y María Teresa fueron asesinadas a garrotazos y encontradas en un acantilado.

Y ahora, más de 50 años después, la ONU resalta con vehemencia el por qué se debe eliminar la violencia contra las mujeres y niñas, “porque esta es una de las violaciones de los derechos humanos más extendidas, persistentes y devastadoras del mundo actual sobre las que apenas se informa debido a la impunidad de la cual disfrutan los perpetradores, el silencio, la estigmatización y la vergüenza que sufren las víctimas”.

Estos son los signos de violencia que la ONU enumeró, siendo consideradas violencia física, sexual y psicológica:

  • Violencia por un compañero sentimental (violencia física, maltrato psicológico, violación conyugal, femicidio);
  • Violencia sexual y acoso (violación, actos sexuales forzados, insinuaciones sexuales no deseadas, abuso sexual infantil, matrimonio forzado, acecho, acoso callejero, acoso cibernético);
  • Trata de seres humanos (esclavitud, explotación sexual);
  • Mutilación genital
  • Matrimonio infantil.

Y desde aquel feminicidio triple, un 25 de noviembre de 1960, en homenaje a las hermanas Mirabal, se transformó en un día que incentiva a las mujeres a denunciar la violencia de género, en espacios sociales y políticos. Un ejemplo claro de esto, fue en 1985, justo cuando un colectivo de mujeres bogotanas tuvo la valentía de presentarse en frente a la Toma del Palacio de Justicia, donde entregaron un documento que fue llamado «Una derrota a la Vida»en el cual se proponía el diálogo permanente y la inclusión de las problemáticas de violencia de género.